El después del huracán Pauline y el ahora de Otis
Hace 26 años tardó siete años la reconstrucción
Acapulco, Gro., 02 de noviembre del 2023.- El huracán Paulina, colocado en el décimo puesto de los desastres naturales más devastadores y costosos de la segunda mitad del XX, categoría 4, dejó sin hogar a 300 mil personas en Acapulco, provocó pérdidas económicas por 80 mil millones de pesos, 230 personas murieron, 170 más, nunca aparecieron.
Sin fechas concretas, pero de acuerdo a estimaciones, sólo siete años después se pudo hablar de una reconstrucción para Acapulco.
El fenómeno no bastó para generar conciencia, ni una cultura de la prevención, hasta el 2017, 15 mil familias continuaban viviendo en zonas consideradas como de alto riesgo.
Otis, superó a Paulina, categoría (5) y en rachas de vientos (315 kph). Minutos después de a las 23:00 horas del 24 de octubre, sorprendió a residentes, turistas y visitantes, con la más desastrosa noche, convirtió Acapulco en la “zona cero”, derribó autobuses, tráileres, bardas, voló ventanas, puertas, árboles y espectaculares.
Paulina, ciclón tropical, convertido en huracán categoría 4 hizo contacto con tierra el 8 de octubre de 1997 en Puerto Escondido, en el estado de Oaxaca; el 9 de octubre, durante la madrugada impactó Acapulco con vientos sostenidos de 215 km/h, rachas de hasta 240 km/h.
Siendo presidente de la República Ernesto Zedillo Ponce de León, obligó la separación del cargo del entonces presidente municipal de Acapulco, Juan Salgado Tenorio, por no haber tomado las medidas de prevención, ni necesarias, ni urgentes para considerar un desalojo de acapulqueños en zonas de riesgo, y evitar la mortandad.
Por lo menos 41 horas antes de que Paulina tocara tierra, el gobierno federal emitió una alerta de huracán desde Tapachula, Chiapas a Punta Maldonado, en Guerrero, pero su giro hacia el noroeste a tierra fue inesperado.
Cuatro horas de lluvias fueron suficientes, para que durante la mañana del 10 de octubre, de hace 26 años, los cuerpos fueran arrastrados sobre la Costera Miguel Alemán, debido a la potencia de las corrientes de agua.
Por el huracán Otis, el gobierno federal y estatal emitieron avisos preventivos, pero, ningún experto logró alertar que en menos de cuatro horas pasaría de Tormenta Tropical a Huracán categoría 5 y que resultase ser el más desastroso.
La tragedia más devastadora la vivieron los habitantes de las colonias como Palma Sola, Fovissste, María de la O, Generación 2000; también la Unidad Habitacional Infonavit, El Coloso, Ciudad Renacimiento, Simón Bolívar, Santa Cecilia, Emiliano Zapata, entre otras.5 mil hogares fueron destruidos en su totalidad.
La furia de Paulina ha sido sujeto de estudios, investigaciones, análisis y discusiones, como referencia para cancelar toda posibilidad de permitir edificaciones en zonas de riesgo, buscar salvar con ello, vidas, a través de instrumentos legales, como el Reglamento sobre Fraccionamiento de Terrenos para los Municipios, de 1988.
Con Paulina, la destrucción fue gigantesca, cualquier ayuda era insuficiente, la desesperación de los acapulqueños por la búsqueda de refugio, comida, servicio, creció conforme pasaban los días, dado la cantidad de mortandad, de humanos y animales que no fue posible rescatar a tiempo bajo los escombros.
Mientras que el reporte inicial de las autoridades gubernamentales por el huracán Otis, fue de “destrucción total”, y con ello la estimación de expertos que el monto para la reconstrucción, superará los miles de millones de dólares.
Horas después de la devastación, brigadistas del estado, se trasladaron en botes a las áreas más afectadas por inundaciones y medio de montañas de lodo para ayudar a la población.
La Cruz Roja Mexicana dotó con comida, ropa, agua purificada, leche en polvo, otros alimentos no perecederos y provisiones médicas para aquellas personas que se encontraban en albergues, espacios que también ayudó instalar para alimentar y dar asilo a cientos de personas desplazadas.
Cuatro días después del desastres, voluntarios de la Cruz Roja Mexicana se desplazaron por las áreas destruidas con equipos de búsqueda y rescate, incluyendo perros adiestrados para ubicar víctimas.
Según antecedentes en redes sociales, el equipo encontraba uno o dos cadáveres por día, y las autoridades declaraban que la búsqueda podría llevar semanas; en el proceso, recataron 35 personas en peligro.
En Acapulco, ocurrió una desmesurada alza de precios, según la Procuraduría Federal del Consumidor en sus recorridos, encontró que los comerciantes incrementaron al 200% el precio de la leche, 500% más por tortillas, y 1000% más por agua.
Las autoridades del estado y federación instalaron plantas purificadoras de agua en algunos puntos del puerto, miles de personas haciendo fila para obtener el beneficio, aunque la recomendación fue consumir solo agua embotellada.
Se instalaron 39 centros de ayuda para los damnificados, aunque mucho no pudieron tener acceso ni agua, ni comida. Las denuncias ciudadanas comenzaron a fluir, de que el gobierno del presidente Ernesto Zedillo y su partido (el PRI), se llevaban artículos de despensa para sus propósitos personales.
El presidente se comprometió a buscar a los responsables y decidió cerrar los centros de ayuda a favor de abrir cocinas. A pesar de disponer de alimentos, el Ejército Mexicano no instaló las cocinas, ni la ayuda fue distribuida a los centros de apoyo.
Posterior a la devastación vinieron las enfermedades, provocadas por la contaminación, que provocaron las aguas negras y la mortandad de animales, principalmente fiebre, tifoidea, tétano. “Las autoridades notaron una potencial amenaza de dengue y cólera a causa de las aguas contaminadas”.
Trabajadores del salud declararan que los mosquitos poseían malaria y dengue, que podían reproducirse en las aguas estancadas, pero algunas partes, el sol evaporó las áreas de aguas estancadas, y generó el exceso de polvo, y golpeó la región con enfermedades fatales. Se reportaron veinte casos de cólera y seis de dengue.
La preferencia de atención y limpia fue para las áreas turísticas, sin embargo, varias comunidades aledañas no recibieron ayuda oportuna por parte del gobierno federal, ni del estado, fue la sociedad civil quien se organizó para enviarles toneladas de comida, ropa y de personas para ayudar en reaperturar los caminos.
Diez días después del paso del huracán, 20 mil personas continuaban aisladas y sin brigadas de auxilio, esto hizo indagar a las autoridades que pudieron haber estado en riesgo de morir de hambre, sólo entonces el gobierno envió ayuda a través de helicópteros.
A ocho días de Otis, puede ser visible la ayuda, no solo de las instituciones gubernamentales, sino de gobiernos de otros estados de la República, Sinaloa, Ciudad de México, Oaxaca, Chiapas, Guanajuato, Veracruz, Estado de México, Baja California, así como la ayuda humanitaria con expertos en rescate, procedentes de Ucrania.