¿Será posible recuperar Acapulco?
Despensas, tarjetas y enseres son aún el pan de todos los días
- Los servicios básicos se restablecieron al 100%
- Falta mayor presupuesto para reparar semáforos
- Los supermercados y OXXOs operan con abasto del 75% y en su mayoría sin aire acondicionado.
Como si fuera ayer. Aún cuando son notorios los avances en servicios públicos básicos, vivimos con la sensación del huracán. No la vemos, pero sentimos la lluvia, no escuchamos el rugido de los vientos de tornado, pero lo sentimos y se nos eriza la piel. Temblamos con los perros cada vez que se mueve una lámina.
Por más enseres, más despensas, más dinero que se entregue hay algo que no nos quita la sensación de la tragedia. Sicólogos y sociólogos le han dado dos, tres vueltas a la explicación porque están viviendo la misma situación.
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo nos hicieron olvidar un poco la tragedia. Pero la realidad golpea fuertemente en la cuesta verticalizada de enero que nos trae de vuelta al huracán.
Despensas no, tarjetas sí
Ya es normal ver a gente corriendo por la calle en grupos: ¡Llegó un camión de despensa!. Algunos corren con la suerte de recibir pollo en su despensa o un casillero de huevos pero la realidad es que no estamos acostumbrados a tanto atún y chilorio. Muchos han preferido regalarlo, revenderlo, dárselo al gato o al perro y en el peor de los casos dejarlo tirado en la calle. En las casas la avena y otros granos se llenan de gorgojos.
Lo de hoy son las tarjetas. La gente corre por la despensa sólo para buscar en ellas las tarjetas de supermercados precargadas con 600 pesos. Incluso las tarjetas se están revendiendo, pues los acapulqueños buscan el efectivo, no los bienes que puedes comprar con una tarjeta de supermercado.
Ya nacieron los caza- despensas, gente que se dedica a ubicar los camiones del Ejército que los reparten y cual estrategia electoral corren en grupos a bordo de un taxi para agenciarse los apoyos. La pregunta es ¿Qué va a hacer tanta gente cuando en unos días se acaben esos apoyos?
Servicios básicos al 100…
Los servicios básicos se restablecieron tan bien que ya comenzaron a fallar otra vez. Todos los hogares tienen luz, pero en algunas zonas los apagones son constantes y en pocos casos dañaron los enseres nuevos que entregó el Ejército.
En el centro de la ciudad hay apagones todos los días. Pueden variar entre dos a diez apagones por jornada lo cual obliga a los negocios a suspender labores para evitar daños en equipos de cómputo o aires acondicionados.
Argumentan que CFE sigue trabajando en líneas dañadas y que sólo repararon temporalmente, por lo que los apagones continuarán más tiempo.
El agua potable por fin llegó a todos los hogares, pero ayer se bloquearon los pozos de agua en Cacahuatepec afectando nuevamente el suministro, que de por sí está minimizado porque con la llegada del agua revivieron las fugas y esta se sigue tirando por toda la ciudad.
No hay semáforos, y los atropellamientos y los choques son una constante. Todos los días hay personas atropelladas por la falta de civilidad. Después de la rapiña extrema, ¿quién esperaría que los autos circulen con precaución y a velocidad moderada? El Ayuntamiento de Acapulco declaró que se necesitan 200 millones de pesos para reparar semáforos.
La crisis se respira en Acapulco
Pese a tener el dinero por los apoyos, muchos acapulqueños están esperando para reconstruir sus viviendas. Los materiales de construcción se venden al doble o al triple del precio normal. Y la contratación de un albañil o aluminero también requiere un presupuesto alto.
Pero no solo las láminas aumentaron su precio hasta los cielos, el resto de los productos en supermercados han aumentado, el transporte público duplicó su tarifa con la anuencia de una autoridad que se hace como que no ve.
Entrar a un supermercado es deprimente. El golpe de aire acondicionado que te recibía al entrar ya no existe. No hay mercancía suficiente. Parece que desconfían de la seguridad que brinda la Guardia Nacional a todos los grandes comercios y que en cualquier momento podría volver la rapiña.
Es así como no hay una gran variedad de productos. Un Walmarth que antes tenía 15 congeladores con carne, pescado y pollo, hoy sólo tiene dos. Un Sams que tiene un gran espacio vacío al ingresar y que por alguna razón estratégica no se ha preocupado por llenar con productos que desaparecieron desde hace tres meses.
Vivir en Acapulco aún es como estar en el limbo. Claro que hay una excelente bahía con agua tibia y las mejores puestas de Sol que todos los días elevan un mensaje de esperanza, pero no hay más, ni los cerros han podido reverdecer con tanto destrozo.
Los rumores dicen que el primer cine reabrirá probablemente en mayo, no hay centros comerciales ni plazas, no hay más que la vida diaria, una Costera con nada más que taquerías abiertas, dos Starbucks con largas colas de automovilistas. Hay cantinas, pero no antros.
Algunas pozolerías taparon con lonas los destrozos y reabrieron los jueves.
Los hoteles trabajan a marchas forzadas para reabrir pero las paredes desgajadas en condominios, los cuartos vacíos y las ventanas abiertas aún son parte del panorama diario.
En el mercado de la Progreso, que funciona casi al aire libre pues no se ha repuesto el techo de lámina que se llevó el huracán, se escucha en los pasillos la predicción de febrero. “Cuando se acaben las despensas, cuando se acaben las tarjetas y se entreguen los enseres… ahora si vendrá el huracán”. Todos esperamos que la profecía no se cumpla.