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El gigante Otis que pisoteó Acapulco y las costas: Crónica

“Fue poco después de la medianoche que la noche completa se volvió la peor de las tragedias para quienes no vivieron un Pauline en 1997 o para quienes olvidaron las tormentas Ingrid y Manuel(…)”

El gigante Otis que pisoteó Acapulco y las costas: Crónica
Juan José Belmonte
octubre 27, 2023 2:55 pm

Acapulco, Gro., 25 de octubre de 2023.- Ninguna alerta, ni aviso, ningún recuerdo del Pauline o de Ingrid y Manuel pudo habernos preparado para el Huracán Otis.

Aún a las 10 de la noche cuando los vientos eran de 45 km/h vía redes sociales las autoridades alertaban a maximo nivel el desastre que se cernía sobre Acapulco. “Catástrofe” era la palabra usada por el Centro Nacional de Huracanes de Miami (NHC por sus siglas en inglés).

Fue poco después de la medianoche que la noche completa se volvió la peor de las tragedias para quienes no vivieron un Pauline en 1997 o para quienes olvidaron las tormentas Ingrid y Manuel.

Viento es una palabra descendente. A los 270 km/h las poderosas ráfagas huracanadas rugían, silbaban, tronaban árboles, postes y transformadores.

El viento gritaba muerte. Por al menos dos horas y en medio de la oscuridad Acapulco fue un completo infierno. Por el aire surcaban ramas, láminas hasta tinacos y pedazos de ventanas. Seguramente algunas mascotas pequeñas que no fueron resguardadas por el viento también fueron raptadas por Otis.

No quisiera hablar de personas. Al momento de escribir esto, me encuentro completamente incomunicado y no quisiera saber de personas. Pero lamentablemente es cierto, personas atrapadas a mitad de la noche en las calles o que por alguna imprudencia hayan dejado un refugio, muy probablemente están muertas.

Los vientos mortales cesaron cerca de las dos de la mañana. El temor de no saber si era la falsa paz del ojo del huracán o si Otis ya había cedido ante la Sierra Madre del Sur. A los minutos nos dimos cuenta que todo había terminado y en medio de la misma noche que nos había golpeado tan duramente, Acapulco comenzó a evaluar daños y reconstruirse.

No menos de mil árboles deben haber caído en Acapulco, tan solo alrededor de la casa de quien esto escribe seis grandes árboles de mango se desplomaron rompiendo en astillas sus fuertes troncos muchos de los cuales volaron hacia las casas cercanas rompiendo los vidriosos que aún sobrevivían.

Al mediodía del día siguiente Acapulco seguía sin electricidad, agua y señal telefónica. Nuestra comunicación se volvió a la de 30 años atrás: Con los vecinos y a gritos.

La mañana del miércoles 25 reveló el desastre. Casas inundadas, con cristales rotos por doquier, árboles de más de 30 metros atravesados, incluso estructuras de concreto y rocas aventadas al azar en lugares insospechados por el gigante huracán Otis.

Cientos de autos con parabrisas rotos, ventanales de grandes negocios y hoteles eran añicos. El agua y el viento entró por donde quiso sin nada que se lo impidiera.

La reconstrucción será lenta y difícil. Los recursos públicos que antes fluían ahora no llegarán. La sociedad tendrá que aprender que ya no hay un Fondo Nacional de Desastres, que ahora lo que hay son sus manos, su inteligencia y su fuerza para retirar los escombros y reconstruir sus casas.

Pero el tiempo lo dirá. Es la primer tragedia de Acapulco en circunstancias sociales, económicas y políticas diferentes, y el tiempo nos dirá qué fue de la reconstrucción de Acapulco.

Después de retirar troncos, desaguar una casa e intentar encontrar un sitio seco para dormir, el que esto escribe sólo da gracias por las alertas oportunas de las autoridades, por ser parte de y compartir un medio digital (en el que por cierto nos estuvieron atacando por alertar a la gente del peligro que se venía diciendo que éramos alarmistas) que sirvió de ayuda y apoyo cumpliendo a plenitud su labor social, y también doy gracias a Dios por la vida que me permite seguir dando testimonio de que más allá de cualquier catastrófico huracán, Él está por encima de todo y no hay ciento que se le compare.

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