José Antonio Rivera Rosales
Nada tan brutal como el asesinato de Alejandro Arcos Catalán, alcalde constitucional de la capital guerrerense, ultimado el pasado domingo con el fin de generar terror entre la población.
En ese sentido, lo sucedido en Chilpancingo con el asesinato consecutivo de tres altos funcionarios municipales es nada menos que una operación terrorista que buscaba crear condiciones de miedo entre la ciudadanía chilpancingueña.
Y lo consiguieron: la población tanto de la capital como de otras localidades del estado de Guerrero está conmocionada -y dolida- por el homicidio de Arcos Catalán, un hombre que sustentaba su conducta y aspiraciones personales en los fundamentos éticos del cristianismo.
Entre los políticos de nuevo cuño, Arcos Catalán destacaba por su trayectoria limpia y su vocación altruista, lo que no fue obstáculo para que sus homicidas lo torturaran y segaran su vida con una saña inaudita.
Nadie se lo esperaba, pero el grupo criminal que cometió este horrendo asesinato se sintió con suficiente poder para matarlo, así como hicieron con el capitan Ulises Hernández Martínez, exjefe de las Fuerzas Especiales de la policía estatal, y con el abogado Francisco Gonzalo Tapia, secretario general del ayuntamiento de Chilpancingo. El primero fue ultimado el 27 de septiembre pasado y el segundo el día 3 de octubre. ¿Acaso estos dos homicidios no fueron suficientes para prender las alarmas?
¿Pero cómo fue posible que esto ocurriera?
Con seguridad quienes planearon el homicidio del presidente municipal de Chilpancingo sabían la conmoción que causarían, con repercuciones inclusive en el nivel internacional, que han llegado a cuestionar la viabilidad del gobierno de Claudia Sheinbaum.
Toca a la Fiscalía General del Estado (FGE) desentrañar este hecho traumático que afectó sensiblemente a la población de la capital guerrerense. Para el efecto, esa dependencia de procuración de justicia debe comenzar por interrogar a los escoltas del edil asesinado, para que dejen en claro qué es lo que sabían de las ultimas horas de Arcos Catalán: con quién se reuniría, hacia donde enfiló -según la version oficial fue hacia Petaquillas-, si es verdad que decidió trasladarse solo, dónde fue interceptado y, desde luego, quienes están involucrado. Pero sobre todo, saber a qué fue a Petaquillas.
Omar García Harfuch, el secretario de Seguridad del gabinete federal, ya dejó en claro que, según el rastreo inicial hecho por sus agentes, Arcos Catalán se desprendió de su seguridad para enfilar hacia esa comunidad marginal de Chilpancingo. Desde ese momento se perdió contacto con el munícipe.
Algunos han descalificado por adelantado a García Harfuch. Se equivocan rotundamente.
García Harfuch es un experto en inteligencia operativa, con estudios de especialidad impartidos por el Buró Federal de Investigación (FBI) y la Agencia Antidrogas (DEA), ambas agencias de investigación del gobierno de Estados Unidos.
En el sexenio pasado este policia de carrera fungió como coordinador en Guerrero de la extinta Policía Federal. Después pasó a dirigir la División de Investigación de la misma PF. Durante su estadía en Guerrero logró encerrar a más de un centenar de criminales peligrosos, siempre de acuerdo con el Grupo de Coordinación Guerrero (GCG), el precedente de la actual Mesa de Coordinación para la Construcción de la Paz. No es, pues, un improvisado. Por el contrario.
Aunque este funcionario no lo ha citado tetualmente, parece obvio que el grupo criminal de Los Ardillos fue el que operó su secuestro y posterior asesinato. Sólo hay que observar las similitudes del modus operandi en relacion con otros crímenes.
Arcos apareció horas después de la supuesta reunión en Petaquillas, pero con su cuerpo mutilado en un vehículo dejado en céntricas calles de Chilpancingo. Su cabeza cercenada fue dejada a la vista pública sobre el cofre de un vehículo. Los asesinos se quisieron asegurarse de que todo mundo viera el cuerpo decapitado de su presidente municipal.
Fue un acto de ruindad que lastimó el tejido social de Chilpancingo y de todo Guerrero.
Este escenario de crueldad nos remite invariablemente a lo sucedido el 24 de junio de 2023, cuando sobre el cofre y la cajuela de un vehículo aparecieron los cuerpos decapitados y desmembrados de siete personas, en pleno centro de la ciudad. Casualmente la Policía Preventiva Municipal no se percató del hecho, sino hasta aque llegó personal de la Policía del Estado que se hizo cargo de las dilogencias, al igual que la FGE.
Junto a los restos humanos había cartulinas con un mensaje: “Saludos presidenta Norma Otilia, sigo esperando el segundo desayuno que me prometiste después de que veniste a buscarme. Con cariño, tu amigo”.
El mensaje estaba dirigido a la alcaldesa Norma Otilia Hernández Martínez, quien en todo momento negó alguna relación con los hechos. Fue hasta días después que una grabación reveló que la edil, acompañada de su esposo, se había reunido con Celso Ortega Jiménez, el cabecilla de Los Ardillos. Fue cuando la munícipe admitió haberse reunido con el jefe criminal, aunque dijo que se trataba de un grupo de autodefensa. También se reunió con Onésimo Marquina, jefe del grupo criminal Los Tlacos.
Pregunta: ¿Qué pactó la exalcaldesa con ambos cabecillas criminales?
La experiencia enseña que este tipo de encuentros entre los jefes del crimen organizado y representantes de gobierno sólo buscan un objetivo: el lucro por encima de todo. ¿O usted cree que fue sólo una reunión de amigos, amigo lector/lectora?
Claro que no. En ese tipo de acuerdos ambas partes buscan obtener beneficios monetarios o en especie, así sea al margen de la ley. Es por eso que esta tipa debiera estar en prisión y no paseando por las calles de la capital.
Es por eso que la señora Hernández es corresponsable del asesinato de Alejandro Arcos, con quien estableció una alianza para entregarle la capital, en lugar de apoyar al candidato oficial de su Partido, Jorge Salgado -que también es un personaje repleto de ruindad-.
Pero, sobre todo, porque con su conducta cuasi delincuencial le abrió la puerta de Chilpanginco a las formaciones criminales. De hecho, cuando la corrieron del funeral de Arcos, algunos ciudadanos le recriminaron: “!Vendiste al pueblo¡”.
Y sí, lo hizo.
Así las cosas, queda en el aire la incognita: ¿Qué pactaron Norma Otilia y Alejandro Arcos para llevarlo al triunfo electoral en la capital de Guerrero?
Por obviedad las autoridades ministeriales debieran presentar ante el Ministerio Público a la exalcaldesa para esclarecer lo que pasó. Es probable que Arcos se negara a satisfacer los apetitos de los criminales -como ha sucedido en otros casos, por ejemplo, tomando el control de la seguridad pública-, lo que pudo determinar su sacrificio.
Fuentes del más alto nivel del nuevo gobierno federal deslizaron la versión de que pronto las corporaciones de seguridad -Guardia Nacional, Ejército y PGR- podrían incursionar en Guerrero para aprehender a algunos involucrados. Ya veremos, pero ese atroz homicidio debe quedar esclarecido. Por el bien de todos.